Me he pasado casi todo el mes de agosto viajando por Estados Unidos. Obviamente no por todo el país, ya que es enorme, pero si por una buena parte de él.
Ha sido un viaje espectacular, probablemente el mejor que he hecho en mi vida. No tengo palabras de agradecimiento suficientes para mi amigo Miguel que es el que se ha currado todo el viaje.
Normalmente organizo mis competiciones en dos periodos, mayo - junio y septiembre - octubre.
Este año pretendía hacer lo mismo y me he pasado buena parte del viaje por USA preocupado porque no estaba entrenando y no iba a llegar en condiciones a las pruebas de septiembre.
La última semana del viaje metí todos los entrenamientos que pude con calzador, tratando de no alterar el ritmo del viaje y de no perjudicar a mis amigos, pero básicamente metidos con calzador.
Mentiría si dijera que no disfruté corriendo por el Gran Cañon, Yellowstone o Jackson Hole (disfruté del paisaje porque físicamente pensé que me iba a morir, pero esta es otra historia), pero tambíen mentiría si dijera que tenía ganas de realizar alguno de esos entrenamientos.
Al llegar a casa y con un jet lag terrible, lo primero que hice fue organizar mi semana para recuperar el tiempo perdido.
Organicé un planning, me fuí a casa de mis padres (dónde se que puedo dedicarme sólo a entrenar) y empecé trabajar como si no hubiera un mañana.
Como es lógico las sensaciones que he tenido estos días de entrenamiento han sido horribles, muchos días sin nadar, sin montar en bici y el ansia por recuperar la forma perdida en poco tiempo no son la mejor mezcla.
El primer palo me lo llevé al intentar inscribirme en Trixabia, una de mis pruebas fetiche. Inscripciones agotadas. Lejos de verlo como una posibilidad para entrenar de forma más relajada, aprovechar septiembre para organizar el inicio de curso en el colegio y demás asuntos me volví loco buscando alguna prueba que sustituyera a Trixabia.
Había hecho un planificación de entrenamientos y tenía que cumplirla.
La gota que colmó el vaso, la que me ha hecho darme cuenta que algo no lo estaba haciendo bien, ha sido la discusión que he tenido con mi pareja a costa de meter, otra vez con calzador, un triatlón en un fin de semana en el que claramente no procede hacer nada.
Bendita que paciencia que tienes conmigo, Marta.
¿Merece la pena entrenar y competir a costa de perder otras cosas muy valiosas en tu vida sin ser un deportista profesional?
Creo que todos sabemos la respuesta.
¿Quiere decir esto que voy a dejar de entrenar?
Ni mucho menos, de hecho ya tengo como objetivo una media maratón de montaña el 8 de octubre en Somosierra.
Seguiré entrenando, pero este objetivo es mucho mas razonable desde todos los puntos de vista.
Laboralmente me permitirá tener más tiempo para organizar el inicio de curso en el colegio, entrenamientos personales y grupales, etc.
Socialmente podré dedicar el tiempo que merecen a todas esas personas que forman mi vida. Fisicamente, podré entrenar con mayor paciencia y llegar en mejores condiciones a la media de montaña.
Cómo bien dice el dicho: no por mucho madrugar, amanece más temprano.
Amo el deporte y amo entrenar, son mi vida, pero también amo a la buena gente que me rodea y me aguanta.
Os dejo una foto de esas que quedan tan bien en las RRSS. Os prometo que un robado real.
La foto me la hizo Jaime, un amigo y una de las personas a las que entreno, mientras que veíamos el atardecer en el Gran Cañón del Colorado.
Gracias por la foto.
¡BIENVENIDOS A UNA NUEVA TEMPORADA EN EL BLOG Y GRACIAS POR AGUANTAR MIS PARANOIAS UN AÑO MÁS!
Darle duro!
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